sábado, 27 de junio de 2009

CLAUDIO GUILLÉN, LECCIONES DE UN MAESTRO

Muy dado a evocar escenas imposibles, anacrónicas, Jorge Luis Borges dedica a su admirado Leopoldo Lugones un libro, y describe el preciso momento de su entrega en la Biblioteca Nacional. Tras aquella concisa e intensa narración concluye: "Mi vanidad y mi nostalgia han armado una escena imposible. Así será (me digo) pero mañana yo también habré muerto y se confundirán nuestros tiempos y la cronología se perderá en un orbe de símbolos y de algún modo será justo afirmar que yo le he traído este libro y que usted lo ha aceptado."
(Jorge Luis Borges, «A Leopoldo Lugones»).
Recuerdo que todavía era 1979 cuando fui con mis abuelos (cuánto se preocupaban de que viera exposiciones, de que aprendiera sobre todas las cosas) a la Fundación Juan March. Allí, en unos papeles amarillos que todavía conservo, se aunciaba un ciclo de conferencias que me llamó la atención, pues trataban sobre Literatura comparada. No tenía muy claro qué era aquello de la Literatura comparada, aunque fui leyendo después que se iba a hablar sobre cosas tan interesantes como la historia literaria o el exilio. El conferenciante era un flamante profesor que venía de Harvard, Claudio Guillén, y ya sólo aquella breve crónica sirvió para que convirtiera tales charlas en uno de mis mitos personales. Ahora podemos escuchar estas conferencias en la página web de la Fundación Juan March. Fueron el germen de uno de los libros donde más he aprendido: "Entre lo uno y lo diverso". Jamás pude imaginar que el cabo de los años iba a coeditar con mi amiga Margit Raders y mi colega Juan Felipe Villar un libro en homenaje al maestro Claudio. El libro es variado y es posible encontrar en él interpretaciones incluso encontradas, como cuando se habla acerca de las razones por las que no se pudieron crear unos estudios independientes de Literatura Comparada en España. Espero que con el paso de los años alguien sea capaz de trazar una historia de lo que pudo ser y no fue. Tuvimos grandes mentes (Juan Andrés, Menéndez Pelayo, el mismo Claudio), pero el proyecto de una Literatura Comparada independiente no cuajó por razones variadas y siempre harto discutibles. En todo caso, aquí queda este homenaje a Claudio, cuya portada es ya, de entrada, un gran logro (el mérito se debe a Margarita, su viuda, que me brindó la hermosa fotografía de la que se ha rescatado la imagen, y al diseñador de cubierta de la Editorial Complutense). Con el permiso de Margarita voy a reproducir aquí también esta foto, donde Claudio aparece con su hermana Teresa y su padre, Jorque Guillén. Por varias razones, este mes que viene tendré nuevas ocasiones de evocar la figura de Claudio. En todo caso, de igual manera que Borges quiso pensar que a Leopoldo Lugones le hubiera gustado el libro que le llevaba, yo quiero también pensar en ese acto imposible, anacrónico, de que Claudio Guillén pudiera ahora abrir su homenaje y esbozar, al menos, una sonrisa de complacencia.

Francisco García Jurado
H.L.G.E.

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