Si tuviera que elegir un lugar de Madrid como modélico es posible que me quedara con el edificio de la Unión y el Fénix que podemos ver en la Calle Alcalá, subiendo desde Cibeles y antes de llegar a Sol. Está junto a la iglesia barroca de las Calatravas, con la que mantiene un rico diálogo. El edificio de Modesto López Otero recrea, como si fuera el campanile de la propia iglesia, una torre de aires barrocos que recuerda, además, a los rascacielos de Chicago durante los años 20, y remata la esquina con la calle Alcalá con un cuerpo de proporciones perfectas. En una ciudad tan estridente este edificio y su forzada situación junto a la iglesia casi puede calificarse de milagro. López Otero es también el arquitecto de la Ciudad Universitaria de Madrid, ese malhadado proyecto que quiso convertir a Madrid en un pequeño Harvard, bucólico y moderno. Hoy llego a París, pues mañana se celebra en la Universidad de Versalles una jornada de trabajo sobre las imágenes de la Antigüedad y la revolución francesa que organiza Pablo Asencio como colofón a su estancia investigadora en esta universidad. Me he sentido muy honrado de venir a hablar, precisamente, sobre uno de los temas que más me interesan en este momento, como es la relectura nacional (nacionalista) de la literatura latina en clave de discurso germánico y romántico. Volveré sobre el tema un día cercano, pues ahora quería hablar del edificio donde me alojo. Precisamente, estoy en el Colegio de España, dentro de la Ciudad Universitaria de París. Es un edificio del año 1935 diseñado precisamente por López Otero. Es un edificio de inspiración neorrenacentista (no en vano, parece estar inspirado en el plateresco Palacio de Monterrey, en Salamanca, y quizá menos en El Escorial). Estas evocaciones neorrenacentistas no dejan de tener sus ecos en la propia historiografía literaria, empeñada también desde principios del siglo XX en rescatar del olvido lo mejor de la tradición hispana del siglo de oro (otro tema al que habrá que volver, cómo no). El Colegio de España es una institución ligada inicialmente a la Junta de Amplicación de Estudios, que aquí encontró su digno representante internacional. Había visto el colegio en fotografías, pero no me había podido hacer una idea de su armonía hasta habitar ahora en él, en una de las habitaciones destinadas a los invitados. Este edificio representa la cultura española, que en la distancia se sueña y se recrea, aunque en su lugar de origen a menudo sea tan difícil verla.
Francisco García Jurado
H.L.G.E.
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